sábado, 21 de enero de 2012

Artículo:EL LLANTO

El llanto de un niño es probablemente lo que más sentimientos contradictorios e incomprensibles puede provocar en las madres, y en los adultos en general.

Cuando un niño llora se pueden presentar en un mismo momento sentimientos tan contradictorios como: querer eliminar inmediatamente su malestar; desesperarnos por no entender lo que le pasa; sentirnos manipulados; conectar con algunos de nuestros malestares actuales o pasados; sentir que no lo hacemos suficientemente bien; querer escapar de un hijo tan exigente; sentirnos invadidos de rabia o de culpa; etc. etc

Las reacciones ante el llanto del niño van desde el extremo de no hacerle caso y "dejarle llorar", hasta el de no poder soportarlo y "hacerle callar como sea". Casi siempre se debe al desconocimiento de lo que hay debajo.

El llanto es siempre la respuesta a un malestar.
Por un lado es un aviso. Algo va mal, y quizá haya que hacer algo. Por eso el sonido del llanto es tan molesto: no puede dejarnos indiferentes.
Por otro lado es también una necesidad fisiológica de descarga de tensiones. Las lágrimas contienen ciertas drogas endógenas relacionadas con el dolor que el organismo necesita eliminar.

Descubrir cuál es el malestar que se manifiesta en cada llanto es lo que nos vuelve locos a los adultos, en gran parte por el desconocimiento que tenemos de nuestro propio malestar...

En un planteamiento de respeto, la propuesta es que el llanto siempre necesita ser atendido.

En muchas ocasiones, el llanto tiene una causa evidente: hambre, dolor físico, incomodidad, frío o calor, susto, sueño, protesta, frustración... En estos casos, se quita la causa y desaparece el llanto.
Nuestros problemas aparecen cuando aparentemente todas las necesidades están satisfechas y el niño sigue llorando, aún estando es brazos de su madre. A veces incluso son largos episodios de llanto continuo. El malestar no es visible. Es entonces cuando aparecen suposiciones tan variadas como absurdas: falta de leche (en caso de lactancia materna), cólicos, intentos de manipulación, necesidad de desarrollar los pulmones... Casi nunca son ciertas!

Hay una cuestión que habitualmente se desconoce: el malestar puede deberse a una situación pasada.
El malestar no siempre se debe a una situación presente. En muchas ocasiones responde a situaciones pasadas, de otro momento del día o de otro momento de la vida del niño, incluso de antes de nacer. Los niños, más fácilmente que los adultos, tienen regresiones sanadoras.

Es muy habitual que los bebés y niños muy pequeños lloren a final del día. Suele interpretarse como sueño o cólicos, sin embargo, suele ser la descarga de las tensiones acumuladas durante el día. Su organismo es todavía demasiado sensible, y la vida cotidiana "normal" puede suponer para él una sobrecarga de tensión. Demasiadas experiencias que no concuerdan con su naturaleza!
Este llanto diario mantiene a niños tan pequeños emocionalmente sanos.

Por otra parte, los bebés que han vivido alguna experiencia más o menos traumática, como sufrimiento intrauterino, o un nacimiento difícil o la separación temprana de la madre, han necesitado bloquear ese intenso dolor para sobrevivir. En ese momento, la vivencia del dolor hubiera puesto en peligro su integridad. El bloqueo del dolor es un mecanismo de supervivencia. El organismo reacciona a nivel neurológico para dejar de sentirlo.
Pero en la medida que se bloquea el acceso al dolor, se bloquea también el acceso al placer y al sentir de la vida. Por ese motivo, una vez que el niño se siente emocionalmente seguro e internamente preparado (y sólo él sabe cuándo), su mecanismo natural de autosanación le lleva a conectar con el dolor pasado para desbloquearlo y eliminarlo. Y conectar es revivir, literalmente volver a vivir y sentir esa situación tan dolorosa. Por supuesto, aparece el llanto, mucho, mucho llanto, que libera las drogas endógenas que servían para bloquear ese dolor.

Estas son realidades muy frecuentes. En ellas, el llanto no sólo es necesario; es bienvenido!! Es terapéutico. Es fundamental para la salud emocional del niño. Por tanto, es muy importante permitirlo, con un acompañamiento amoroso que aporte la base de seguridad y aceptación que el niño necesita para entregarse plenamente.

Desde este enfoque, un niño que no llora no es necesariamente un niño más feliz, especialmente en nuestra sociedad, que satisface difícilmente las necesidades de niños pequeños. Puede ser que el niño ya se haya resignado a no obtener lo que necesita, o que todavía no haya encontrado en las personas de referencia el grado de seguridad necesario para resolver su situación emocional…

Quizá como padres nos gustaría eliminar todo el dolor de la vida de nuestros hijos, pero hay muchos aspectos de ella que se escapan a nuestro control… A veces pensamos que eliminando el llanto eliminamos el dolor, de ahí que la distracción o la represión sean las respuestas más frecuentes frente al llanto que no comprendemos. También puede ser este es el modo en que solemos hacer frente a nuestros propios malestares, negándolos, tapándolos, escapándonos…

Lo mejor que podemos hacer para apoyar a nuestros hijos en su maduración emocional, a cualquier edad, es darles la seguridad y la aceptación que necesitan para que puedan enfrentarse a sus malestares, para lo que es imprescindible aceptar su llanto. En la medida en que, como adultos, podamos hacer frente a nuestro propio dolor, podremos aceptar y comprender también el dolor de nuestros hijos.